jueves, 16 de mayo de 2013

Novela: Jigoku Hunter - Capítulo 8: Amistades peligrosas


Capítulo 8: Amistades peligrosas


Tras el altercado en la casa y la unión de la sacerdotisa, el grupo partió hacia la torre del a Orden Hogo Suru. Un par de días mas les bastó para llegar al gran torreón, donde corrieron a refugiarse ya que estaban agotados.
Mikashi sentia mucho respeto por volver a su antiguo hogar y Okimi se limitaba a segur al grupo a pesar de que ella odiaba la Ordenes del Cielo por sus extremas formas de actuar frente el problema de los Jigoku.
Nakaru corrió a la gigantesca puerta y la golpeó repetidamente mientras gritaba desesperado por llevarse algo a la boca y tener una cama donde dormir, pero Mikashi lo agarró de sus ropajes por detrás y lo apartó de un empujón bajo una mirada seria y puso su mano sobre la puerta.

-¡Oye! ¡Mika, no abren!
-No seas impertinente Nakaru, dejámelo a mi...Yo se manejarme con esta gente...
-¿Pero Mika, que haces con la mano puesta ahí? -Se preguntaba Taka.
-Ésta puerta sólo responde ante la presencia de un Sora Sekai...¡Ábrete! ¡¡¡TENGOKU NO MON!!! ( Puerta del Cielo )

Y una onda de energía azul golpeó la puerta y ésta empezó a abrirse lentamente.
Tras ella se encontraban varios soldados de guardia. El grupo pasó entre ellos mientras permanecían en fila, inmóviles y con la cabeza alta. Avanzaron perplejos por lo lustroso que era el lugar, adornado con preciosas inscripciones, salmos y pinturas representativas del poder del Cielo.
Tran unos instantes de silencio un guardia entró en la sala y se les acercó firmemente.

-Que Sora os proteja jóvenes, sed bienvenidos, acompañadme. -Dijo el soldado de lustrosa armadura.
-¡Un momento! ¿Como que nos esperabais? -Preguntó Nakaru.
-Tranquilo, la usar mi poder sobre la puerta mis recuerdos pasaron a través de ésta hasta dar con un Sacerdote Hikari. En toda Orden hay al menos uno, la mano derecha del líder de la Orden.
-¡No lo entiendo, peor me da igual! ¡Ahora tenemos que hacer que vayan a matar a ése maldito Jigoku! -Exclamó con rabia Nakaru.
-¡No es tan fácil, chaval! -Dijo una voz que se acercaba por un pasillo.

El grupo se sorprendió y de las sombras apareció un hombre muy robusto con un parche en el ojo y una lustrosa armadura adornada.
El hombre se presentó como Tyr, lider de la Orden Hogo Suru e invitó al grupo a acomodarse en una sala para hablar.

-Mi Sacerdote Hikari me a contado de donde venís y lo que os a pasado. Nuestro deber es dar caza a todo Jigoku y hacer justicia con nuestro Dios Sora. Os ayudaremos, pero no gratis.
-¡Oye! ¡Quiero que nos ayudéis a vencer a ése Jigoku! ¡Pero yo quiero ir con vosotros! ¡Quiero unirme a vuestra Orden y ser un Auténtico Cazador de Jigoku! -Exclamó Nakaru con una sonrisa y gran determinación.
-¡Jajaja! ¡Veo que eres un joven con energía! ¡No nos vendría mal mas reclutas! Pero permítete antes que os explique el trato.
-¡NO HAY TRÁTO! ¡Hemos venido a que hagáis vuestro trabajo, no queremos nada más de vosotros! -Gritó Mikashi enfadado de repente.
-¿Que te sucede Mika? ¡Ésta es mi oportunidad para convertirme en lo que siempre e soñado ser! -Preguntó Nakaru molesto por la actitud del espadachín.
-¡Ahora lo sé! ¡Eres tu Moritaka! ¡Parece que aún no me has reconocido! -Exclamó sonriente el caballero.

Mikashi reaccionó y se sorprendió al descubrir que el caballero era en realidad su antiguo camarada, Tsube Yaka-Ri. Cuando él estaba alistado en la Orden se hicieron amigos pero ambos eran simplemente unos reclutas del rango mas bajo. Mikashi no lograba entender cómo había podido acabar siendo el líder de la Orden y el cambio tan drástico que había sufrido en tan solo unos años.

-¡Habrá tiempo para hablar de mí, querido amigo! ¡Pero antes cuéntame! ¡Todos pensamos que habías muerto!
-Es una larga historia...

El grupo se acomodó mientras el caballero y el espadachín hablaban. Pasaron la noche cómodamente en los aposentos de la torre. A la mañana siguiente todos se levantaron con energías renovadas y volvieron a reunirse con el lider Tyr, esta vez en la gran sala central donde permanecía en un trono cual rey, acompañado de un hombre encapuchado con unos largos hábitos y el sello de Hikari grabado en sus ropajes.

-¡Bien! Espero que hayáis pasado una noche agradable. Tras conocer vuestra situación y valorarlo con el consejo de la Orden, os hago conocer mi decisión.
-¡Estoy impaciente! -Gritaba Nakaru emocionado.
-Vengaremos al pueblo y a la abuela -Decía ilusionada Taka mientras miraba a Rnki-Rinki.
-Ésto lo hago por Moritaka... -Murmuraba Okimi entristecida.
-... -Mikashi permanecía sereno y firme con los ojos cerrados frente a su amigo Tyr.
-¡Aceptamos a Nakaru como aprendiz en la Orden bajo la supervisión de Moritaka Mikashi, el nuevo Maestro de la Orden Horo Suru!

Todos quedaron sorprendidos por la decisión. Nakaru empezó a dar saltos de alegría y a abrazar a Mikashi, que continuaba serio e inmóvil. Taka también estaba contenta mientras que Okimi agachó la cabeza con resignación.

-Cuando complete el entrenamiento marcharemos en busca del Jigoku, antes, un grupo reducido de exploradores viajarán a pueblo Ayihe para buscar el rastro del Jigoku y así poderle dar caza.
-¡Gracias Gran Maestro Tyr! -Dijo Nakaru arrodillándose ante el líder.
-¡No he acabado! Las muchachas se quedarán en la orden, sirviendo y limpiando.

El grupo no se esperó esa última decisión. Taka quería acompañar a su hermano a toda costa aunque no le importaba ayudar de ésa forma a la Orden, pero en el fondo Okimi no quería volver a ser esclava de nadie más y entre lágrimas abandonó la sala. Mikashi fue el único que ni se inmutó, aun no se movía, era como si ya supiera todo lo que iba a decir su camarada desde antes de entrar a la sala. Entonces abrió los ojos y habló.

-No me gusta...No quiero eso para mí ni para los chicos, pero aceptamos, es la única forma de lograr vencer al Jigoku, tendré que resignarme y volver al hogar del que fui expulsado...

Mientras tanto Okimi corría escaleras abajo, buscando un rincón solitario en el que desahogarse. Siguió descendiendo por oscuros pasadizos hasta que alguien encapuchado chocó con ella, haciendo que ambos cayeran al suelo.

-Disculpas, no te he visto venir...

Cuando Okimi se fijó mas de cerca en el encapuchado logró distinguir una sucia cara de niña que lloraba sin parar. Entonces se abalanzó sobre la sacerdotisa y empezó a gritar entre lágrimas.

-¡Señora, ayúdeme! ¡Esos hombres nos hacen cosas malas! ¡YO NO SOY UN JIGOKU!

CONTINUARÁ



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